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Crónicas de Naada en Gaza. 1º PARTE
25 de novembre, per Ak-rata25/11/2025Etiquetas:Una compañera, a quien llamaremos Naada, nos relata su estancia en Gaza estos próximos dos meses. No diremos quién es, ni a qué se dedica exactamente. Es la segunda vez que vuelve, esta vez tras el alto al fuego. Sus palabras en primera línea nos transmiten la cruda realidad que se vive allí, pero también hay mucho amor en ellas. Desde el corazón nos llegan y queremos compartirlas. No dejemos de hablar de Palestina.
Jueves 20 de Noviembre de 2025
La llegada a Gaza nos deja a todos los ocupantes del coche en silencio.
Vamos en un blindado con los chalecos antibalas y los cascos como equipo de protección individual. Esto ya es llamativo, teniendo en cuenta que supuestamente estamos en la fase 1 del acuerdo, en un supuesto alto al fuego.
Hemos atravesado Rafah. No se puede llamar ciudad a ese lugar.
Son escombros y escombros. Los esqueletos de lo que fueron los edificios son lo único que queda.
A ambos lados de la calle hay bolsas vacías caídas de un camión, los perros se han comido los fideos instantáneos que alguna vez las rellenaron.
Nos cruzamos con varios tanques de Fuerzas de Ocupación Israelíes (FOI) y hay un edificio, el más grande y mejor conservado, donde han alzado su bandera y se pasean haciendo ronda.
No hay rastro de ninguna persona palestina por aquí.
Atardecía cuando llegamos a la calle que trascurre paralela a la costa, Al Rasheed Rd. Esta zona es Al Mawasi. Empieza a haber campos llenos de tiendas o refugios improvisados en cada metro cuadrado. Los pescadores siguen atreviéndose a echar la caña desde la orilla. El buque militar vigila a lo lejos para que ninguno aumente su osadía.
Niños, muchos niños y niñas, nos saludan desde fuera, se encaraman en los coches, dan golpes a las puertas y ventanas...
Hay mucha actividad en la calle Al Rasheed. Para mi alivio hay mucha comida disponible, mucha más que el año pasado.
Las personas siguen moviéndose en burro, a pie, y los vendedores ofrecen en unas pequeñas vitrinas, o a veces en una simple mesa, lo que tengan: cigarros, aceite de motor o de girasol, madera, café instantáneo...
Han entrado muchos suministros en comparación al año pasado, pero siguen sin ser suficientes para todas las personas. Los precios de ciertos productos siguen siendo disparatados.
Por primera vez puedo ver la actividad en las calles de Gaza por la noche.
¡Hay restaurantes!
Y, aun ya es de noche, hay niños y niñas vestidos con harapos, pidiéndonos comida y dinero con gestos. Niños huérfanos, niños inocentes, niños traumatizados, a los que les han robado dos años de su infancia. Niños y niñas. Son sobre todo eso: Niños y niñas.
Sábado 22 de Noviembre de 2025
Siento decir que no vengo con muy buenas noticias:
Las Fuerzas de Ocupación Israelíes (FOI) se siguen saltando el alto al fuego cómo y cuándo les da la gana. Dos días antes de mi llegada, el 18, atacaron la escuela Al Fakhouri en Jabalia matando a 24 niñxs en esa zona densamente poblada con desplazadxs internxs. Según la UNRWA (la agencia de la ONU que trabaja con los refugiados y refugiadas de Palestina) había más de 7000 personas allí en el momento del ataque. Ese mismo día, en dos ataques aéreos diferentes, ambos a edificios residenciales, asesinaron a 82 personas. La noche previa a mi entrada, el día 19, se tuvieron que evacuar a 31 bebés prematuros con necesidad de incubadora, desde el hospital de Al Shifa en la ciudad de Gaza hasta una maternidad en Rafah. Cinco ni siquiera tuvieron la oportunidad de hacer este peligroso y obligado viaje de norte a sur, porque murieron por falta de electricidad y gasolina, necesarias para que funcionen los equipos hospitalarios. El día 19, además, asesinaron a más de 30 personas en la ciudad de Gaza.
Desde la firma del acuerdo el 11 de octubre han asesinado a más de 300 personas y han herido a cerca de 800.
Todos los días escucho el estruendo de las demoliciones al otro lado de la línea amarilla, esa línea que han marcado con bloques pintados de dicho color y que van estrechando a su antojo, y que supuestamente sirve para marcar un límite con la zona que están patrullando para liberarla de Hamás. Ese es su discurso.
Si los misiles que están demoliendo todo para su macabro plan urbanístico me despiertan me consuelo pensando que no hay un número que contar de muertos. Que sólo hay perdidas materiales. El problema es cuando ese sonido de destrucción es cerca, y viene seguido de las sirenas de las ambulancias. Ahí sabemos que la línea amarilla es solo una ilusión, y que realmente controlan y atacan lo que quieran.
Hay muchos cambios desde que estuve aquí.
Ahora hay unos grupos armados, grupos organizados que luchan supuestamente por la liberación de Palestina. Luchan contra Hamás. Y están fuera de la línea amarilla porque Israel los está apoyando (protegiendo y seguramente armando y financiando). Poner a Palestina en contra de Palestina, dividirla en muchos grupitos, para derrotarla… A lo Julio César.
Además de la loca lucha entre estos grupitos, en los hospitales relatan que reciben casos de torturas extremadamente crueles. Ha habido casos de violaciones con perros y otras prácticas inhumanas en las cárceles de Israel.
Ayer se escuchaban los disparos hacia el sur. Supimos después que de la zona Este de Rafah, fuera de la línea amarilla, unos cuantos combatientes de Hamás salieron a la superficie de sus túneles. Mataron a 6 y debieron capturar a 5.
Y mientras tanto la población sigue en medio, 2 millones de personas hacinadas en ese pequeño espacio dentro de la línea amarilla. Sin que lleguen suficientes camiones, sin gas, sin luz, sin medios para calentarse ni para vivir con dignidad
Domingo 23 de Noviembre de 2025
Empezamos a las 7:30 nuestra ruta en coche, otra vez por la calle Al Rasheed. A estas horas todavía se puede conducir sin que haya mucha masificación ni caos de personas, burros y camiones. Se ve muy cerca el mar, precioso, en calma. Pero la arena de la playa debería ser un lugar por donde pasear y donde ir a relajarse, no la casa de todas las personas que han tenido que asentarse allí.
Hay tiendas y refugios improvisados hasta en el agua, literalmente en la orilla.
Hoy me encontré a muchos compañeros y compañeras que conocí hace un año. Una de ellas, amiga más que compañera, estaba de pie en medio de las tiendas que ahora son un centro de tratamiento de malnutrición grave. Ahí estaba, con su sonrisa imborrable y su energía, exactamente igual que hace un año. A pesar de lo que ha sufrido. Tiene 7 hijos y hace unos meses tiraron unos misiles en su edificio, y salieron ilesos. Hoy me decía que ayer sus hijos estaban asustados porque ahora viven en la casa de su madre, único edificio familiar que perdura, y de repente tiraron un misil cerca de la
mezquita de la que acababan de salir, a 100 metros de la casa.Adoro a esta amiga. Su nombre quiere decir literalmente Luz de estrellas.
Después visito el Hospital Nasser y soy testigo de los estragos que han hecho los diferentes ataques (recordaréis aquel en agosto en el cual asesinaron a varios periodistas y personal médico, un total de 20, en las escaleras exteriores del edificio, justo después de tirar el primer misil a la cuarta planta).
Hay un agujero gigantesco y negro que deja ver las tripas del hospital. Sobresale un colchón por él, como una gran boca de monstruo abierta y con su lengua afuera, jadeando en busca de ayuda.
Desgraciadamente cualquier rehabilitación llevará tiempo, ya que dentro de la lista de artículos con permiso para ser importados en la franja no entra el cemento ni ningún material firme para construcción.
Hoy me he enterado de que el edificio donde vi la bandera de Israel y a los soldados es donde la asociación criminal GHF (por sus siglas en inglés de Fundación humanitaria de Gaza) distribuía comida y de paso pegaba unos cuantos tiros a diario a la población que se agolpaba desesperada en las colas. En aquel momento había un total bloqueo en la entrada de suministros en la franja.
Tras esta jornada viendo a tantos antiguos compañeros me es difícil pensar en momentos vitales donde me haya sentido más feliz y afortunada.
Por volver a verlos. Porque es increíble que sigan vivos y bien. Con sus familias intactas un año después... ¡con todo lo que han vivido!
Así que me he sentido con el corazón como el de un colibrí cuando estaba entrando en cada cuarto, esperando ver las caras conocidas. Y, por supuesto, su recibimiento ha sido increíble. Son increíbles.
¡Qué suertuda soy de poder compartir un ratito con ellos/as!
Son la resiliencia personificada. Suena a tópico cuando se habla de los palestinos, pero realmente las palabras se quedan cortas. Nunca he conocido a un pueblo más fuerte, más capaz de reinventarse, de mantener la esperanza y las ganas de vivir (sobrevivir). Sobrevivir como forma de resistencia.
CONTINUARÁ...
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Acción Directa… a la conciencia
25 de novembre, per Nadia25/11/2025Fuente:Etiquetas:“Armadas” con sus sprays de pintura, escalera en mano, martillos y kufiyas, el 6 de agosto del 2024, un grupo de activistas entraron en la filial británica de la fábrica de drones israelí de Elbit Systems en Filton, Bristol. Antes de ser desalojadas y detenidas por la policía británica consiguieron pintar las instalaciones, dañar equipos y bloquear la producción. El grupo se reivindicó como pertenecientes a Palestine Action y han optado por la acción directa ante la inacción y complicidad de su gobierno de parar el genocidio en Gaza. Sus acciones son un grito directo a la conciencia que busca paralizar la maquinaria de muerte de la guerra colonial impiadosa y sin fin contra la población palestina.
Fundada en el 2020, Palestine Action se definen como una organización pro-palestina para desestabilizar la industria armamentística en el Reino Unido mediante la acción directa. Su compromiso es acabar con la participación global en el régimen genocida y de apartheid de Israel. Desde su fundación, sus acciones, del mismo calado que las de la fábrica en Filton, se han multiplicado por todo el Reino Unido.
Sus métodos son formas de resistencia civil, como pintar, bloquear edificios, encadenarse a infraestructuras, dañar equipos, busca interrumpir la cadena de suministro de armas a Israel, especialmente de la empresa Elbit Systems, con sede en el Reino Unido. Esta multinacional sionista es una de las principales empresas de tecnología militar israelí que produce esos horribles drones cuadricópteros siempre presentes en Gaza que asesinan y causan el terror en la población palestina.
Pero el establishment no ha demorado mucho en reaccionar. Haciendo gala del abuso autoritario del poder, la respuesta del gobierno británico (presionado por el lobby sionista) ha sido ilegalizar a Palestine Action, clasificándola como una organización «terrorista» y juzgando las acciones de estas activistas bajo las leyes antiterroristas. Es como si el Estado estuviera diciendo que pintar un avión es más peligroso que la complicidad con las guerras. ¿Pintar de rojo es terrorismo? ¡Qué absurdo y qué doloroso para la libertad de expresión!
Las consecuencias por ser miembro o simplemente mostrar apoyo, incluso con un simple cartel, o llevar una camiseta de Palestine Action, se ha convertido en un delito grave castigado con hasta 14 años de prisión. Todavía tenemos presentes las imágenes de cientos de personas (muchas de ellas bastante mayores), este verano, siendo arrestadas solo por sostener un letrero.
En la actualidad hay 33 personas encarceladas por pertenecer a esta organización (24 de las cuales por la acción de Filton) que llevan más de un año en prisión. Al menos seis de ellas iniciaron una huelga de hambre el 5 de noviembre de este año en protesta por el “abuso sistemático” en las cárceles, que incluye que los guardias las llamen “terroristas”, les confisquen su ropa —incluidas sus kufiyas palestinas— y restrinjan sus visitas y correspondencia. Sus demandas van desde el cese inmediato de toda censura y restricción a su correspondencia y comunicaciones, la libertad bajo fianza inmediata e incondicional, el derecho a un juicio justo y transparente, hasta que dejen de criminalizar la organización y el cierre definitivo de todas las instalaciones de Elbit Systems en el Reino Unido.
El 19 de noviembre comenzó el juicio a 6 de las 24 personas encausadas por la acción en Filton. Pero lo que está sucediendo en la corte de Londres es mucho más que el destino de un grupo de activistas. Es un juicio sobre los límites a la libertad de expresión, la propia democracia británica, y sus leyes antiterroristas. Un momento crucial donde el Estado intentará justificar lo injustificable abanderando la manida seguridad, mientras que las activistas buscarán poner de nuevo a la industria armamentística «en el banquillo de los acusados» ante la opinión pública, argumentar la desproporcionada prohibición y la violación del derecho de libertad de expresión.
Hasta el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos ha alertado que el Reino Unido está usando leyes antiterroristas para reprimir la protesta legítima, lo cual debería preocuparnos por el precedente que puede sentar en este camino ya avanzado de recortes de derechos y libertades civiles.
Las acciones directas de Palestine Action son una llamada directa a lo que queda de conciencia en nuestras sociedades occidentales bienpensantes y cómplices con un genocidio que continúa en Palestina, pese al supuesto alto el fuego. Pedir la liberación de los 24 de Filton es un acto de justicia que debe ir unido a la petición de la liberación de todos los presos y presas palestinas. Están en juego nuestras democracias… y nuestras conciencias.
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Hacia la emancipación de los cuerpos trans: conceptualizando el trans-anarquismo
24 de novembre, per Nadia24/11/2025Fuente:Etiquetas:Este texto de 2023 de Bruno Latini Pfeil y Cello Latini Pfeil apareció en la Biblioteca Anarquista Lusófona (https://bibliotecaanarquista.org/library/bruno-latini-pfeil-cello-latini...). Traducción desde el original en portugués por Tía Akwa.
En este ensayo, buscamos reflexionar sobre los entrelazamientos entre transexualidad, anarquismo y crítica a la cisnormatividad. Lejos de basarnos en un supuesto esencialismo sobre «ser trans» o «ser anarquista», concentramos nuestro estudio en una crítica, trans y anarquista, a la patologización y marginalización de la transexualidad y a la naturalización de la cisgeneridad. Señalamos que las organizaciones trans se valen de estrategias políticas alineadas con principios anarquistas – tales como acción directa, autodeterminación, apoyo mutuo, violencia revolucionaria e indivisibilidad de la libertad –, y que los movimientos anarquistas comúnmente reproducen violencias racistas/sexistas, en desacuerdo con los fundamentos de solidaridad y negación de la autoridad. A pesar de tal postura contradictoria, defendemos que los conceptos anarquistas fundamentales se muestran necesarios en las luchas por la emancipación trans. Así, reforzamos la conceptualización del trans-anarquismo, a partir de la identificación del sesgo inherentemente libertario de los movimientos trans por despatologización de la transexualidad, desnaturalización de la cisgeneridad, combate a la opresión intelectual y oposición a la dominación del Estado y sus instituciones.
TRANS-ANARQUISMO COMO CRÍTICA A LA OPRESIÓN INTELECTUAL
Es el reconocimiento de una incomodidad, raramente designada como tal, lo que motiva la escritura de este ensayo. Es la incomodidad ante cierta postura, que precede al contenido y lo determina, lo que genera confort o desplazamiento. El desplazamiento que suscitamos gira en torno a la cisnormatividad[1] y sus atravesamientos en corporalidades trans y disidentes de género[2]. Por medio de la institucionalización de la cisnorma, ocurre la disciplinarización de la transexualidad, su histórico de patologización y sus revueltas ante la autoridad institucional.
En tal institucionalización, destacamos la operacionalización de la autoridad científica, bien señalada por Paul B. Preciado (2019) en su célebre discurso “Yo soy el monstruo que os habla”. En él, el autor invitó a un auditorio lleno de psicoanalistas a reconocer las atrocidades defendidas en psicoanálisis y psiquiatría sobre el tratamiento, o la clínica, de la transexualidad; condujo a una tradicional escuela francesa de psicoanálisis a reconocer las violencias institucionales que atraviesan cuerpos trans en sus posibilidades discursivas:
Yo, como un cuerpo trans, como un cuerpo no binario, al que ni la medicina, ni la ley, ni el psicoanálisis, ni la psiquiatría reconocen el derecho de hablar con conocimiento especializado sobre mi propia condición, ni la posibilidad de producir un discurso o una forma de conocimiento sobre mí mismo. (PRECIADO, 2019, s.p.)
Preciado enfrentó el conservadurismo psicoanalítico que aún comprende la transexualidad como rasgo narcisista, o como característica de la psicosis, o como expresión contemporánea de histeria. A pesar de oponerse a posturas de la ciencia moderna, el psicoanálisis se forja en el seno de la misma, de modo que reproduce muchos de sus discursos universalistas. Traemos el ejemplo de Preciado porque es justamente en esa posición discursiva en la que nos encontramos: al oponernos a las ‘verdades’ de la ciencia moderna, e identificar la construcción histórica de la monstruosidad, del ‘Otro’, Preciado invierte los roles – se comprende en el lugar de la figura patologizada por los manuales diagnósticos, y elabora una crítica a la modernidad y sus artimañas. El cuerpo diagnosticado, patologizado y silenciado se coloca en posición de enunciador, se autodetermina y reduce el diagnóstico a un agregado de palabras cuya relación de sentido denuncia su carácter [cis]normativo.
Así, la crítica de Preciado al psicoanálisis no se limita a un único campo de saber, sino que se amplía al saber biomédico legitimado por las universidades occidentalizadas (GROSFOGUEL, 2016), las referidas máquinas de producción de conocimiento de la modernidad. Tal saber biomédico institucionaliza una dicotomía entre sujeto-investigador y objeto-investigado, pautando una jerarquía de saberes; o, como define Santos (2007), una monocultura del saber.
“Yo soy el monstruo que os habla”, enunció Preciado, y aquí enunciamos: yo soy el monstruo que os escucha. Individuos trans tuvieron, durante la recurrente historia del diagnóstico ‘transexual’, que escuchar a sujetos cis, en su mayoría blancos y heterosexuales, en sus elaboraciones sobre la ‘verdad’ de la transexualidad. La cisgeneridad históricamente ocupa espacios donde se elaboran diagnósticos, categorizaciones clínicas sobre disidencias sexuales y de género, entre las cuales destacamos la transexualidad. Tal como Preciado, nos sentimos inclinados a ese lugar de monstruosidad, pues es esa posición la que la transexualidad, mientras categoría diagnóstica, ocupó y actualmente ocupa. Tal es el escenario ofrecido a cuerpos disidentes de género en la academia, y es por posicionarnos contra esa y cualquier otra forma de violencia institucional que adoptamos, como referencial teórico, el pensamiento político anarquista.
La ‘anarquía’ contraría el imaginario de que las sociedades exigen naturalmente un regimiento estatal que las organice. Todo Estado, independientemente de su configuración, opera por medio de la imposición de la autoridad. La preocupación primordial de cualquier organización gubernamental es la preservación de su soberanía. Contraponiéndonos a cualquier imposición de autoridad, cuestionamos el rol de instituciones que se vuelven, en determinados momentos, a grupos sociales marginalizados en cuanto a la disidencia de género – o, como consta en la undécima edición del Código Internacional de Enfermedades, a la ‘incongruencia de género’.
Así, por medio de un referencial teórico anarquista, demostramos la intersección entre el anarquismo y las críticas a la cisnormatividad, de modo a elaborar lo que comprendemos como trans-anarquismo.
Elis L. Herman (2015), en su artículo Tranarchism: transgender embodiment and destabilization of the state, estudia la literatura tranarquista, que serían estudios asociando transgeneridad con anarquía. Herman discrepa de una asociación esencialista entre ser trans y ser anarquista, argumentando que, para ello, sería necesaria una definición única de transgeneridad – algo inviable ante las plurales existencias trans. Con todo, hay que reconocer el carácter transgresor y disruptivo de la disidencia de género, así como de la histórica resistencia a las violencias del Estado. Como escribe Herman (2015, p. 78) “La persona no conforme al género ha tenido una rica historia de resistencia por a la opresión estatal”. Nuestra asociación de anarquía con transexualidad no se reduce a un esencialismo, pues parte de la identificación, en la materialidad de organizaciones trans y de saberes trans contrahegemónicos, de importantes principios anarquistas – tales como acción directa, autodeterminación, apoyo mutuo, defensa invariable de la libertad y oposición a la opresión intelectual.
En una crítica anarquista a la ciencia institucionalizada, tenemos que el señalamiento de la cisnormatividad, dentro o fuera de la academia, toca el núcleo del rechazo libertario a la opresión intelectual (BAKUNIN, 1975). Al adentrarnos en la academia y reconocernos como sujetos de investigación; al producir un saber que reconoce la cisgeneridad y la restricción, nos valemos inherentemente de un posicionamiento libertario, de disrupción de la norma. Elaboramos, entonces, el trans-anarquismo como una ampliación del alcance del saber libertario, como el reconocimiento de los movimientos trans que se posicionan contrariamente a toda forma de violencia institucional y la combaten cotidianamente.
Para conceptualizar trans-anarquismo, es importante que se comprenda nuestro objeto de crítica – a saber, el saber institucionalizado sobre transexualidad –, así como nuestra proposición – que se reconozca la naturalización de la cisgeneridad dentro del pensamiento anarquista, así como la actuación de movimientos trans autónomos en nuestro contexto histórico y territorial. Buscamos identificar una laguna en las teorizaciones anarquistas con relación a los saberes trans, y proponemos que tal laguna sea llenada por la elucidación de un trans-anarquismo.
LA DESIGNACIÓN INSTITUCIONALIZADA DE LA TRANSEXUALIDAD
Al inicio del siglo XX, innumerables sexólogos, psiquiatras y psicoanalistas europeos y norteamericanos adoptan los términos transexualismo, travestismo, transexualidad para referirse a expresiones de género no-cisgéneras. A partir de la década de los 60, se nombra el fenómeno transexual, es decir, una supuesta emergencia de cuadros diagnósticos de transexualidad. Colocados como objetos de estudio, individuos trans tenían sus narrativas reducidas a la “condición transexual”; sus angustias, sus sufrimientos psíquicos y demás conflictos serían atribuidos a la transexualidad. Criterios para el diagnóstico de la transexualidad, o para su categorización, se establecieron por medio de tales premisas.
En otro trabajo, presentamos una historicización de este conjunto de criterios diagnósticos (PFEIL & PFEIL, 2022b). La patologización de la transexualidad tuvo un recorrido bastante datado y localizado: en 1978, se funda, en EE.UU., la Harry Benjamin International Gender Dysphoria Association, responsable de publicar los Standards of Care (SOC). En 1980, la transexualidad es incluida en el Código Internacional de Enfermedades (CID), firmado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y actualmente en su undécima versión. En este mismo período, la transexualidad es incluida en el Manual Diagnóstico de Trastornos Mentales (DSM), firmado por la Asociación Americana de Psiquiatría (APA) y actualmente en su quinta versión. Hay diferencias entre los tres documentos: el SOC trata de cuestiones protocolares, defendiendo cirugías transgenitales como forma de tratamiento, así como procedimientos terapéuticos intensos; el CID-11 piensa la transexualidad como una incongruencia de género, contrastando con sus versiones anteriores, en que constaba el diagnóstico de ‘transexualismo’; el DSM-IV la aborda como un ‘Trastorno de Identidad de Género’ y trata de la identificación de la transexualidad en la infancia.
En su décima versión, el CID presentaba la transexualidad como el “deseo de vivir y ser aceptado como persona del sexo opuesto”. Ese deseo debería poseer datación. El individuo debería sentirlo por al menos dos años para, entonces, ser considerado verdaderamente trans. Actualmente, la definición no sufrió tantas modificaciones, pero la transexualidad dejó de ser un trastorno para ser una incongruencia. De todo modo, la disidencia de género, comprendida como incongruencia, continúa contrastando con una supuesta convergencia de género, es decir, aquello de lo que la disidencia está divergiendo.
Es interesante pensar que a la heterosexualidad, a la endonormatividad y a la cisgeneridad jamás se les atribuyó un lugar en el SOC, en el CID o en el DSM. Tales categorías no necesitan ser nombradas. Los códigos y manuales de medicina/psiquiatría producen la generificación en la medida en que estipulan qué cuerpos deben ser generificados, demarcados, y cuáles no necesitan ser mencionados, pues se camuflan como naturaleza. Los vínculos firmados entre sexo y naturaleza, heterosexualidad y función reproductiva, cisgeneridad – jamás mencionada o asumida – y biología serían tan solamente “un conjunto arbitrario de regulaciones inscritas en los cuerpos que aseguran la explotación material de un sexo sobre el otro” (PRECIADO, 2014, p. 26). Se naturaliza el cuerpo cisgénero y heterosexual, y las variaciones que de este derivan deben ser sometidas a la regulación institucional – comúnmente por medio de patologización. Se transforma el cuerpo contranormativo en aberración, en monstruosidad.
La designación monstruosa de la transexualidad puede ser percibida en ambulatorios trans. Aún que funcionen como dispositivos de acceso a la salud especializada, espacios coordinados exclusivamente por profesionales cisgéneros, sin participación dialógica con personas trans, reproducen invariablemente transfobias institucionales. El imaginario monstruoso de la transexualidad se reproduce en discursos médicos, siendo forzosamente impuesto a los pacientes: aquellos que no lo corroboran enfrentan impedimentos para ser aceptados en procesos transexualizadores; y aquellos que lo corroboran son acusados de reproducir las normas con las que desean romper. Los protocolos que rigen ambulatorios trans son tanto visibles como invisibles (BENTO, 2006); se expresan en burocracias y etapas evaluativas, de modo explícito, como también en miradas, comentarios sutiles, humillaciones y restricciones. Somos caracterizados como personas “[…] portadoras de un conjunto de indicadores comunes que las posicionan como transtornadas, independientemente de las variables históricas, culturales, sociales y económicas” (BENTO & PELÚCIO, 2012, p. 572).
De modo bastante frustrante, pero no imprevisible, tales espacios de salud se transforman en espejos de la cisnorma; ambulatorios trans se figuran como laboratorios de la cisgeneridad (PFEIL, 2019) – el transexual verdadero es aquel que refleja, en el máximo de instancias posible, lo que preconiza la cisnormatividad. El imaginario social desarrollado en torno a la transexualidad es de ambigüedad, al paso que el imaginario en torno a la cisgeneridad es de congruencia.
La caracterización mientras trastorno acompaña la historia de la transexualidad. De la misma forma, la no-nombración [não-nomeação] de la cisgeneridad acompaña su recorrido de naturalización. Se percibe, en ese escenario, una dinámica de nombración: ¿quién puede nombrar a quién? ¿Quién detenta el poder institucional, la autoridad científica y política, para nombrar?
Ese sujeto moderno se encarga de la autoridad de determinar a sí mismo como universal y de elaborar la figura del Otro, o, según Kilomba (2019), de la Alteridad. La Alteridad se inserta en la monstruosidad referida por Preciado. Podemos comprenderla como formada por la alterización, proceso observado por Toni Morrison (2019) en su obra El origen de los otros. Tal dinámica de nombración ocurre concomitantemente a una dinámica de no-nombrar. Siendo así, la conceptualización de la transexualidad en el CID-11 y el DSM-IV, manuales que corroboran institucionalmente discursos médicos fomentados hace tiempo por las universidades occidentalizadas, es respaldada por un imaginario social repleto de cultura, detentado en las manos de una blancura cisgénera y heterosexual. He aquí la traducción de norma en naturalización, acompañada por la producción de relaciones de poder institucionalizadas.
La academia que define qué es la transexualidad y la patologiza es la misma que se niega a reconocer el concepto de cisgeneridad – teniendo en vista que su emergencia se dio como iniciativa de despatologización, para anular el falaz antagonismo (PFEIL & PFEIL, 2022b) entre transexualidad y normalidad.
Marcan la nombración de ‘transexualidad’ y ‘cisgeneridad’ dos procesos históricos: la nombración del Otro por el sujeto universal, y la nombración del sujeto universal por el Otro (PFEIL; PFEIL, 2022a). Al paso en que la cisgeneridad nombra la transexualidad, sea mientras patología, rasgo perverso o comorbilidad delirante, la transexualidad, en contrapartida, se propone nombrar la cisgeneridad. Es algo que no ocurre mediante legitimación académica e institucional, sino mediante la revuelta de movimientos trans ante la patologización. Es en ese punto que identificamos nuestro sesgo libertario.
TRANS-ANARQUISMO COMO ESTRATEGIA EMANCIPATÓRIA
Para unos, el Estado es la representación del bien colectivo, del derecho universal, la cosa pública. La sumisión al Estado, la disposición de morir por él, significaría un acto sublime de devoción al colectivo, a la nación o a un ideal de “defensa de los valores”. La libertad de un individuo no dependería de la libertad de los otros, por el contrario – la libertad de los otros anularía la libertad de uno. El Estado sometería a su autoridad a los individuos de una sociedad para preservar su libertad y garantizarles seguridad. Esa perspectiva reproduce una idolatría al Estado, que De Moraes (2020b) nombra estadolatría: la incapacidad de concebir la vida sin el Estado, sin una instancia que nos gobierne. Con todo, como escribe De Moraes (2020a, p. 08), “todos los Estados funcionan a partir del derecho de matar”, incluyendo aquellos que adoptan un sistema de gobierno representativo, que se camufla detrás de la defensa de la democracia. La estadolatría, según el autor, se propagaría en las universidades occidentalizadas, consolidándose como una verdad no asumida – idolatramos el Estado, pero no lo sabemos.
El anarquista italiano Errico Malatesta comprendía que el anarquismo se sostiene fundamentalmente en la defensa de la libertad, impulsándonos a combatir todo lo que la restringe. Es anarquista aquel que se rebela contra la imposición de la autoridad – algo presente en el acto de autodeterminarse, como viven las personas trans. Para decirnos anarquistas, debemos unir la intolerancia frente a la opresión con “el amor por los hombres y con el deseo de que todos los demás tengan igual libertad” (MALATESTA, 2009, p. 7). La defensa de la abolición del Estado y del principio de autoridad está directamente ligada al hecho de que los anarquistas “son contra todas las formas de opresión de clase, sexual y racial, así como toda la manipulación política por parte del Estado” (ERVIN, 2015, p. 129), y se entienden favorables “de la amplia diversidad sexual, racial, cultural e intelectual, en vez de chauvinismo sexual, represión cultural, la censura y la opresión racial” (ERVIN, 2015, p. 147).
Nos corresponde realizar, todavía, un señalamiento sobre la cisnormatividad reproducida dentro de movimientos anarquistas. Anarquistas queer tejen críticas fuertes con relación a la reproducción de violencias de género dentro de ese campo práctico y teórico. Jeppesen & Nazar (2012) investigan las relaciones históricas entre anarcofeministas, anarcoqueers y el movimiento anarquista, y perciben tres movimientos: en el interior del anarquismo, feministas y queers desafían las normas de género vigentes y la reproducción de racismo, misoginia, transfobia; en el interior de grupos feministas y queer, denuncian la devoción al Estado, la estadolatría (DE MORAES, 2020a); en grupos antirracistas y anticoloniales, anarcofeministas y anarcoqueer comúnmente enfrentan discriminación. Así, las narrativas producidas por movimientos anarquistas feministas y queer experimentan una división – y menor diseminación – en relación con narrativas anarquistas cisnormativas, masculinas y blancas. Aún que no se pueda tratar del anarquismo como algo hegemónico, debemos asumir que, internamente a los movimientos anarquistas, se produce una hegemonía – de pensadores hombres, blancos, cisgéneros y heterosexuales que comúnmente reproducen normatividades y violencias racistas/sexistas. A despecho de su oposición vehemente a la autoridad del Estado y sus instituciones, se reproducen, en el seno de movimientos libertarios, dominaciones alineadas a la mantenimiento racista y patriarcal del Estado moderno. El anarquismo queer surge, entonces, en las décadas de los 60 y 70 como alternativa a ese direccionamiento contradictorio. En sus producciones artísticas y literarias, activistas del anarquismo queer señalan, entre otras cuestiones, para la consolidada narrativa histórica de la transexualidad.
Al identificar la historia de la transexualidad como forjada bajo miradas cisnormativas, por psiquiatras y sexólogos cisgéneros cuyas teorizaciones poseían aporte y legitimación institucional, queda nítida la relación entre los movimientos por despatologización y las críticas anarquistas al saber institucionalizado; entre la nombración de la cisgeneridad y la nombración de la violencia. No por acaso, es común que la reacción de académicos cisgéneros ante la nombración de la cisgeneridad sea como la reacción a una ofensa: negación, rebajamiento del concepto como ‘no científico’. Como mencionamos en otro trabajo (PFEIL & PFEIL, 2022a), esa reacción se asemeja a una recusa en abdicar de la universalidad, o de un aspecto naturalizado de sí. De la misma forma, al nombrar la estadolatría percibimos reacción similar, puesto que individuos estadólatras comúnmente se sienten ofendidos al tener su posición posicionada. A ese fenómeno, lo nombramos ofensa de la nombración (cf. PFEIL & PFEIL, 2022a).
La pretensión académica de producir un saber imparcial choca con las narrativas trans que ponen de manifiesto el sesgo de los diagnósticos que se elaboran sobre nosotros. Cabe, por tanto, una crítica anarquista a la ciencia institucionalizada. En su definición de qué es ser anarquista, Rocker se distancia de una utopía, del sueño de una realidad perfecta, y se acerca a la necesidad de buscar constantemente por la mejora de las condiciones de vida. Para él, el anarquista es “[…] una interpretación del pensamiento que se encuentra en constante progresión, que no se puede encerrar en cualquier círculo, a no ser que se quiera renunciar a él” (ROCKER, 2009, p. 4). De la misma forma, la producción de conocimiento no puede encerrarse en un círculo cerrado de individuos.
La ciencia universalista que forja la legitimidad de la autoridad gubernamental dirige el modo como personas trans son tratadas en ambulatorios y hospitales, en procesos transexualizadores, en tribunales y otras instancias. Si los gobernantes legitiman su posición de poder por medio de una legislación basada en sesgo científico, inferimos entonces que los profesionales de salud también legitiman su posición de poder por medio de un sesgo científico. La defensa anarquista de libertad es, así, contrariada, así como de igualdad – como escribe De Moraes (2020b, p. 68), “la plena libertad es incompatible con el racismo, la discriminación y la sociedad patriarcal, con el proyecto de la modernidad, con el capitalismo y la colonialidad”.
El sesgo científico legitima otras violencias institucionales, tales como las burocracias en procesos de rectificación de nombre y género, o operaciones policiales de caza a travestis. Hasta 2018, por ejemplo, para que un individuo trans brasileño rectificara nombre y género en sus documentos civiles, debería presentar legalmente informes psiquiátricos y psicológicos que atestaran su transexualidad. El Estado solamente reconocería como trans a los individuos encuadrados en los criterios de la patologización. Con relación a la violencia policial, tenemos la Operación Tarántula que, en 1987, se destinó a cazar travestis en las calles de São Paulo, bajo alegación de que estarían contribuyendo para la proliferación del VIH (CAVALCANTI et al., 2018). La utilización del crimen de “contagio venéreo de VIH” para acusar travestis y cazarlas demuestra el entrelazamiento entre la ciencia institucionalizada y el poder del Estado. O sea, lo que es verdadero para la ciencia también lo es para la legislación. Es a partir de la legitimación de ese saber falaz sobre transexualidad que demás instituciones gubernamentales se posicionan.
En ambos los escenarios citados, opera la Necrofilia Colonialista Outrocida (DE MORAES, 2020a) por medio del Estado y de sus instituciones. De Moraes conceptualiza la Necrofilia Colonialista Outrocida (NCO) en tres tiempos: necrofilia siendo el amor por la muerte; colonialista como herencia del colonialismo; y outrocida como el deseo por el aniquilamiento del ‘otro’ – que se designa por el cuerpo negro, indígena, trans, con discapacidad. La outremización (MORRISON, 2019) produce la Outridad (KILOMBA, 2019), siendo el outrocidio (DE MORAES, 2020a) la operacionalización del exterminio del otro. El objetivo de nombrar la cisgeneridad es exactamente escanar ese movimiento outrocida. Solamente el Otro posee un nombre: el trans, el negro, el indígena, la persona con discapacidad etc; solamente el Otro es marcado como alvo. El sujeto de la blancura y de la cisgeneridad, por otro lado, no es visto por las instituciones genocidas; no es transformado en alvo. Y si la NCO caracteriza, en la actualidad, el poder del Estado moderno, podemos afirmar que el Estado es inherentemente anti-trans, anti-negro, anti-indígena, anti-discapacidad, productor de Outridades y practicante de outrocidios.
La NCO sería, entonces, aquello que mueve el poder del Estado moderno: un anhelo colonial y, por tanto, racista y patriarcal, por la muerte del Otro. Es común condenar reacciones populares a la violencia del Estado como terroristas o prácticas criminales. Anarquistas comprenden el uso de la fuerza, todavia, por otro sesgo: “Queremos emplear la fuerza contra el gobierno porque éste nos tiene dominados por la fuerza” (MALATESTA, 2007, p. 56). La violencia revolucionaria es una forma de autodefensa contra las cotidianas investidas institucionales contra nuestros cuerpos, tal como ocurrió en las revueltas de la Cafetería Gene Compton (1966) y de StoneWall (1969) en Estados Unidos. Esas dos revueltas de personas disidentes de género contra fuerzas policiales desencadenaron innumerables movimientos trans revolucionarios alrededor del mundo. Si el Estado es la negación de la libertad, toda violencia que le es dirigida se constituye como autodefensa. He aquí la expresión de la violencia revolucionaria, organizada con base en acción directa y apoyo mutuo, y efectuada para garantizar la autodeterminación frente a la deslegitimación institucional.
En relación a corporalidades trans, la muerte social precede a la muerte física, en la medida en que el irreconocimiento de nuestras identidades, legitimado por el sesgo científico, desconsidera nuestras existencias. Somos aniquilados en la medida en que luchamos para existir, para ser y construir un lugar que no sea un no-lugar. Y esa lucha se pauta en acción directa – pues el Estado no se organiza de modo a reconocer nuestras existencias – y apoyo mutuo (KROPOTKIN, s.d.). Las tentativas de burlar ese mecanismo raramente son individuales; son perpassadas por redes de cooperación (PFEIL, 2020). La doble origen de la idea anarquista, según Kropotkin, se debruza en la crítica a la jerarquía y al autoritarismo, acompañada del elogio a organizaciones sociales y movimientos que nítidamente rechazan ambos los factores criticados.
Es en ese sentido que observamos la actuación del anarquismo queer, que denuncia la categorización de ciertas inclinaciones como normales (JEPPESEN & NAZAR, 2012). En la complejificación teórica de las vertientes anarquistas, organizaciones anarquistas crecieron mucho en virtud de movimentaciones de mujeres que, aunque comúnmente no se consideraran feministas, contribuyeron fuertemente tanto para el anarquismo como para las ideas radicales de emancipación femenina.
En encuentros anarquistas de la década de los 80 y posteriormente, hubo una diseminación de materiales asociados al pensamiento queer radical, alineados a la perspectiva política anarquista (JEPPESEN & NAZAR, 2012). Se percibe, así, que los movimientos de personas queer, trans y LGBTI+ de manera general surgen de fuera de los muros del Estado, fuera de instituciones, de aparatos gubernamentales coercitivos. Los dispositivos institucionales que actualmente se vuelven a personas trans, como, en Brasil, ambulatorios trans regidos por el Proceso Transexualizador, no operarían sin la presión de estos movimientos, y no se habrían mejorado, en el sentido de reproducir menos violencias institucionales, no fueran las denuncias colectivas de usuarios y activistas.
Nuestro direccionamiento libertario nos conduce a la confrontación del dominio del Estado, de las normatividades que restringen nuestras libertades, con la reivindicación continua de la autodeterminación. Pues que, como se ha escrito en otro trabajo (PFEIL, 2020), si la libertad de un pueblo es su capacidad de autogobernarse, la libertad de un cuerpo es su capacidad de autodeterminarse. La elaboración de trans-anarquismo no se trata, por tanto, de identificar algo como una esencia trans, o una esencia anárquica; se trata de identificar el aspecto anárquico de las estrategias de movimientos trans en confrontar el Estado – considerando que ser trans significa tener que enfrentarse con violencia del Estado y sus instituciones, en mayor o menor intensidad, invariablemente. Esa violencia institucional se traduce, en el escenario académico, en apagamiento histórico y exclusión; o en algo que Santos (2007) nombra como epistemicidio. En nuestro caso, se silencian narrativas trans sobre transexualidad, y se exaltan narrativas cisnormativas. Las consecuencias de eso se esparcen desde la elaboración de leyes antitrans hasta la demonización de cuerpos trans.
Comprendemos, así, que el sesgo científico respecto a la transexualidad produce silenciamiento. Los movimientos por la despatologización denuncian ese silenciamiento. No es de nuestro anhelo ‘pedir’ por libertad a sujetos incapaces de concederla y de comprenderla; sujetos enredados en la normatividad de tal forma que consideran amenazadora cualquier incidencia de desvío – “aquel que amarra es tan preso como aquel cuyos movimientos son dificultados por las cuerdas atadas” (PRECIADO, 2019, s.p.). Es incoherente pedir por libertad a aquellos que la reparten – Bakunin (1975, p. 26) explícitamente defiende la indivisibilidad de la libertad: “La libertad es indivisible: no se le puede suprimir una parte sin destruirla por entero”. La libertad de uno depende de la libertad de los otros. Nuestra libertad de autodeterminación depende de la libertad de cualquier persona trans en autodeterminarse. No es posible que una persona sea plenamente libre en su expresión e identidad de género mientras todas las otras no sean capaces de autodeterminarse en relación a sus cuerpos y expresiones de género. Y esto abarcando no solamente la transgeneridad, como cualquier marcador de sexualidad, territorialidad, identificación étnico-racial y corporalidad.
Bakunin argumenta que una academia revestida de soberanía no posee otro destino sino la corrupción moral e intelectual. La opresión intelectual, que toma el saber como posesión y privilegio, es una de las más crueles, pues determina que o se posee saber o no se posee, y lo que decide quién posee o no saber es un poder institucionalizado. Es contraponiéndose a esa academia, revestida de soberanía, que nombramos la cisgeneridad, la blancura, la corponormatividad, y demás artificialidades institucionalizadas como ‘naturaleza’. Es en el sentido del trans-anarquismo que tales nombraciones llevan consigo la potencia de la desnaturalización, hasta incluso internamente a los movimientos anarquistas.
Sugerimos, entonces, que cuerpos trans, al posicionarse contra las normatividades sistematizadas e institucionalizadas en forma de naturaleza, transgreden la Ley y la moralidad y demuestran su fragilidad. Al nombrar la cisgeneridad en espacios de producción de conocimiento – especialmente en los espacios que sirvieron como berce de la patologización –, confrontamos la opresión intelectual que nos empuja fuera de los muros institucionales. Del punto de vista teórico, si partimos del principio de que la cisnormatividad, como componente fundamental de la blancura, se sostiene en prácticas de opresión y violencia, percibimos no haber ideología que mejor contribuya para la emancipación de los cuerpos trans que el anarquismo, este método para alcanzar la libertad. Malatesta (2009, p. 04) define anarquismo como “el método para realizar la anarquía por medio de la libertad y sin gobierno, o sea, sin organismos autoritarios que, por la fuerza, aún que sea por buenos fines, imponen a los demás su propia voluntad”. He aquí la expresión de la cisnorma en ambulatorios trans, en el histórico de patologización y violencia policial contra cuerpos disidentes de género.
Si, como afirma Preciado, somos colocados en el lugar de la monstruosidad, que nos apropiemos de tal designación; que nos valgamos del trazo monstruoso para orientar nuestras elaboraciones teóricas; que la monstruosidad sirva como evidencia de singularidad, y que denuncie la artificialidad de las identidades modernas. Es en este sentido que defendemos la importancia práctica y teórica de una perspectiva transanarquista: que se oriente por el desmantelamiento de las naturalizaciones modernas/coloniales no solamente en relación a la cisgeneridad, como a los demás posicionamientos que se niegan a nombrarse.
Al igual que el anarquismo queer, surgido inicialmente en Europa y Estados Unidos, el transanarquismo reitera las críticas al propio movimiento anarquista, identificando, en el corazón de esta filosofía política, la reproducción de discursos cisheteronormativos. Considerando la imposibilidad práctica de defender las vidas trans y, por consiguiente, la autoridad del Estado como necesaria para la organización social, comprendemos que existen inclinaciones inherentemente libertarias en los movimientos trans, categorizadas, en la teoría política anarquista, bajo los conceptos de acción directa, ayuda mutua, federalismo y violencia revolucionaria; y comprendemos que la violencia institucional se reproduce en los movimientos anarquistas, lo cual, si bien puede parecer que excluye a los cuerpos trans de la «escena revolucionaria», solo contribuye a fragmentar los movimientos emancipadores: este es el separatismo observado por Jeppesen y Nazar.
Cello Latini Pfeil & Bruno Latini Pfeil
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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GROSFOGUEL, Ramón. A estrutura do conhecimento nas universidades ocidentalizadas: racismo/sexismo epistêmico e os quatro genocídios/epistemicídios do longo século XVI. Revista Sociedade e Estado, v. 31, n.1, 2016.
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ROCKER, Rudolf. Porque Sou Anarquista. Santiago de Compostela: CNV de Compostela, 2009.
SANTOS, Boaventura de Souza. Renovar a teoria crítica e reinventar a emancipação social. São Paulo: Boitempo, 2007.
[1] La cisnormatividad es el término acuñado para describir la naturalización de la identidad cisgénero; su transformación en una norma considerada ideal. La identidad cisgénero es un término que se utiliza para designar a quienes se identifican con el género que se les asignó al nacer, a diferencia de las personas transgénero.
[2] Definimos la disidencia de género como cualquier experiencia de género que diverge de la cisnormatividad y la heteronormatividad.
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Las Asambleas Feministas Abiertas de Cantabria llamamos a manifestarnos este 25N con el lema «Ni violencias machistas, ni actitudes fascistas»
20 de novembre, per Nadia20/11/2025Etiquetas:Con el lema “NI VIOLENCIAS MACHISTAS, NI ACTITUDES FASCISTAS”, las Asambleas Feministas Abiertas de Cantabria (AFAC), llamamos a manifestarnos el próximo 25 de noviembre a las 19.00 horas desde Puertochico a la Plaza del Ayuntamiento de Santander con motivo del Día de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres.
En esta fecha alzaremos nuestra voz por las mujeres asesinadas durante este año 2025, cifra que refleja la violencia diaria, silenciosa y mortal que es el feminicidio. Como incluimos en nuestro manifiesto que podéis leer un poco más abajo, es importante señalar que detrás de cada asesinato también hay discriminación, precariedad, marginalidad y un sistema que nos deja desprotegidas, y que No podemos dar la espalda a tal impunidad ya que no hay libertad real para unas si no hay libertad para todas. La violencia la sufrimos con distinta intensidad y en diferentes contextos: familiar, laboral, sexual, racial, económico, afectivo…pero la sufrimos TODAS Y CADA UNA DE NOSOTRAS.
Este 25N también queremos hacer hincapié en que la precariedad económica y laboral, la privatización de la sanidad pública y la crisis de vivienda multiplican las desigualdades por las que atravesamos. Señalamos como responsable a un sistema capitalista y patriarcal que nos condena a salarios miserables, jornadas parciales involuntarias o trabajos invisibles, como en el caso de las trabajadoras internas migrantes, cuidadoras o trabajadoras sexuales; que nos enferma, sobrecarga, culpabiliza, y nos angustia con no poder llegar a fin de mes. Somos expulsadas de nuestras casas con alquileres imposibles, desahucios, alquileres de temporada o un modelo turístico que nos echa de nuestros barrios, que nos excluye y que nos impide construir proyectos de vida dignos.
Por otro lado, queremos resaltar que somos testigo de cómo la extrema derecha y los gobiernos más reaccionarios se atreven a hablar en nuestro nombre, y dicen que quieren liberarnos a las mujeres y las personas queer del supuesto yugo islámico. Bajo esta apariencia de liberación, se esconde en realidad un proyecto de dominación que construye muros, criminaliza la migración, cierra fronteras y fomenta el odio hacia todo lo que no sea blanco, europeo y cishetero.
Es por ello que en este día, tampoco podemos olvidarnos del pueblo palestino al que mandamos un abrazo de solidaridad, ya que seguimos considerando imprescindible la ruptura de relaciones con el Estado de Israel y el cese del comercio de armas.
Por último, este 25N reivindicamos trabajo digno, vivienda segura, papeles para todas, salud pública y educación transfeminista.
Nuestro transfeminismo no pide permiso, no busca ser neutral ni institucional. Nuestro transfeminismo es insumiso, popular, transinclusivo, proderechos, antirracista, anticapitalista, anticapacitista y antifascista. Sabemos que no hay justicia feminista sin justicia social, ni libertad para unas si no es libertad para todas.
Frente a su guerra, cultivamos solidaridad internacional. Frente a su odio, tejemos comunidad. Frente a su patriarcado, reivindicamos autodefensa feminista.
Saludos feministas.
Manifiesto 25N
NI VIOLENCIAS MACHISTAS, NI ACTITUDES FASCISTAS
Hoy, 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de las Violencias contra las Mujeres, alzamos la voz por las 79 mujeres asesinadas en España durante este año 2025. Esta cifra es reflejo de una violencia diaria, silenciosa y mortal: el feminicidio. Detrás de cada asesinato también hay discriminación, precariedad, marginalidad y un sistema que nos deja desprotegidas. Los trabajos precarios y feminizados, el deterioro de los servicios públicos, la carga de cuidados y el machismo se ceban con nosotras las mujeres. El patriarcado, el racismo y el capitalismo se entrelazan sosteniendo un orden social en el que los hombres tienen el poder de controlar y someter a las mujeres a través del miedo, el maltrato, la violencia sexual, intentando disciplinar nuestro comportamiento. No podemos dar la espalda a tal impunidad ya que no hay libertad real para unas si no hay libertad para todas. La violencia la sufrimos con distinta intensidad y en diferentes contextos: familiar, laboral, sexual, racial, económico, afectivo…pero la sufrimos TODAS Y CADA UNA DE NOSOTRAS, y por eso alzamos la voz gritando:
SI TOCAN A UNA, NOS TOCAN A TODAS
El feminismo no puede ser cooptado para justificar la opresión de otras comunidades ni para servir de excusa a políticas de odio. Nuestra lucha es transfeminista, anticolonial, antirracista e internacionalista, y se sostiene en la solidaridad global, en la denuncia de la guerra y del saqueo, y en la organización de quienes resistimos tanto allí como aquí.
La precariedad económica y laboral, la privatización de la sanidad pública y la crisis de vivienda multiplican las desigualdades por las que atravesamos. Señalamos como responsable a un sistema capitalista y patriarcal que nos condena a salarios miserables, jornadas parciales involuntarias o trabajos invisibles, como en el caso de las trabajadoras internas migrantes, cuidadoras o trabajadoras sexuales; que nos enferma, sobrecarga, culpabiliza, y nos angustia con no poder llegar a fin de mes.
Un sistema que, además, consiente la especulación con la vivienda, dificultando el acceso a la misma y favoreciendo que sea utilizada como herramienta de control y dependencia, expulsándonos de nuestras casas con alquileres imposibles, desahucios, alquileres de temporada o un modelo turístico que nos echa de nuestros barrios, que nos excluye y que nos impide construir un proyecto de vida digno.
TODAS BAJO TECHO, LA VIVIENDA ES UN DERECHO
Asimismo, nos enfrentamos a la privatización de la sanidad pública, que nos dirige a listas de espera infinitas o errores de praxis como los acontecidos en Andalucía, donde más de 2.000 mujeres no fueron informadas de los resultados de sus mamografías o en el caso de Cantabria, donde existen casi 4.000 mamografías sin diagnóstico y 1.300 mujeres en lista de espera.
Al mismo tiempo que aquí peleamos contra la precariedad y las violencias machistas, en Palestina las mujeres intentan sobrevivir bajo el horror de la ocupación y el genocidio, o se cometen atrocidades en los pueblos de Yemen y Sudán, quienes coexisten con las mayores catástrofes humanitarias del mundo y cuyas mujeres son atravesadas por todo tipo de violencias, demostrando que estas no entienden de territorios, pero sí de desigualdades.
Mandamos un abrazo de solidaridad a nuestras hermanas de lucha y gritamos con ellas:
VIVA LA LUCHA DEL PUEBLO PALESTINO Y VIVA LA AUTODETERMINACIÓN DE TODOS LOS TERRITORIOS
Denunciamos la violencia sexual como táctica de guerra, la destrucción de hogares, la negación de derechos y de vida. Sabemos que en todos los conflictos armados los cuerpos de las mujeres, las infancias o las personas queer se convierten en territorio de castigo y de control. Pero también sabemos que nuestros cuerpos son lugares de resistencia, de dignidad y de vida. Allí donde el poder impone miedo, nosotras tejemos redes; donde siembran destrucción, respondemos con organización y solidaridad.
NI UNA GUERRA QUE NOS MATE, NI UNA PAZ QUE NOS OPRIMA
La extrema derecha y los gobiernos más reaccionarios se atreven a hablar en nuestro nombre, dicen que quieren liberarnos a las mujeres y las personas queer del supuesto yugo islámico. Bajo esta apariencia de liberación, se esconde en realidad un proyecto de dominación que construye muros, criminaliza la migración, cierra fronteras y fomenta el odio hacia todo lo que no sea blanco, europeo y cishetero.
Este discurso no es inocuo: reinventa lógicas coloniales, presentando a los pueblos del Sur Global como atrasados, mientras las potencias occidentales representan la salvación, la modernidad y la igualdad ya alcanzada.
Los pueblos son bombardeados, mientras las grandes corporaciones se enriquecen saqueando sus recursos, controlando la energía, la tierra y los cuerpos, y haciendo que millones de personas sufran desplazamiento, hambre y represión. Cada conflicto armado garantiza el beneficio de la industria militar y perpetúa un modelo económico que depende de la guerra para mantenerse. Ese expolio atraviesa fronteras: las guerras que arrasan territorios son las mismas que encarecen nuestros alimentos, destruyen economías locales y precarizan nuestra vida aquí.
Las mujeres, tanto en los territorios ocupados como en los barrios obreros, somos quienes sostenemos la vida que ellos destruyen y convierten en miseria y ruinas.
Nuestro feminismo no legitima fronteras ni ejércitos, sino redes de cuidado, apoyo mutuo y resistencia contra toda forma de opresión. Frente a su violencia estructural, respondemos con organización, con comunidad y con ternura radical.
Sabemos que la respuesta no está en más cárceles ni en más castigos, sino en transformar las condiciones materiales que sostienen las violencias. Queremos una vida libre de miedo, pero también libre de pobreza, de racismo y de explotación.
Queremos trabajo digno, vivienda segura, papeles para todas, salud pública y educación transfeminista.
Nuestro transfeminismo no pide permiso, no busca ser neutral ni institucional.
Nuestro transfeminismo es insumiso, popular, transinclusivo, proderechos, antirracista, anticapitalista, anticapacitista y antifascista. Sabemos que no hay justicia feminista sin justicia social, ni libertad para unas si no es libertad para todas.Desde Cantabria hasta Palestina, desde nuestros barrios hasta las fronteras del mundo, levantamos una misma voz.
Frente a su guerra, cultivamos solidaridad internacional. Frente a su odio, tejemos comunidad. Frente a su patriarcado, reivindicamos autodefensa feminista.
Contra su violencia, respondemos juntas y en resistencia. Nos queremos vivas, libres, organizadas y desobedientes.
¡Frente al fascismo que resurge, feminismo que resiste!
¡Viva la lucha feminista!
¡Viva la lucha del pueblo palestino!
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Carta de una británica y presa política pro Palestina
19 de novembre, per Nadia19/11/2025Fuente:Etiquetas:Como prisionero, aprendes tres cosas. Primero, nadie te informa de nada. Segundo, que sueles ser el último en enterarte de la información que te concierne. Y tercero, que las solicitudes y alegaciones se rechazan con dos palabras: «motivos de seguridad».
Tomemos como ejemplo mi trabajo en la biblioteca de la prisión, trabajo del que me despidieron sin motivo el 1 de agosto de 2025. Revisando mi horario de trabajo vi la anotación de desempleado. En mi anterior prisión, HMP Bronzefield, tenía autorización de seguridad para trabajar como adjunta de Shannon Trust, trabajo que consistía en ayudar individualmente a otros presos a mejorar sus habilidades de lectura, hasta mi repentino e inmediato traslado a HMP Peterborough. No fue hasta el octavo día de mi huelga de hambre que comprendí el motivo de la decisión.
El lunes 18 de agosto, me enteré de que los Filton 24 estaban siendo vigilados por la JEXU, la Unidad de Lucha contra el Extremismo en Prisión. Mi puesto en la biblioteca se consideró inapropiado debido a mis opiniones.
“¿Qué opiniones tengo?”, le pregunté al oficial regional de la lucha antiterrorista.
“Desconozco su opinión, pero usted pertenece a un grupo proscrito”, dijo.
No pertenezco a ningún grupo ni he sido acusada de pertenecer a ninguno. Esto es un castigo retroactivo, yo llevo casi un año en prisión. ¿Qué tiene que ver conmigo la prohibición, que se produjo mientras yo ya estaba aquí dentro?
Luego me preguntó mi opinión sobre la decisión del gobierno de prohibir Palestine Action. Cuando me negué a responder, comentó que yo era muy "cerrada".
Huelga de hambre
Finalmente, el día 26 de mi huelga de hambre, cuando mis niveles de cetonas alcanzaban el 5,0 y mi visión comenzaba a nublarse, me entregaron una declaración escrita que confirmaba la prohibición como la razón por la que se me consideraba no apto para el trabajo en la biblioteca.
La declaración decía: En julio de 2025, el Ministro del Interior proscribió a PA como organización terrorista en virtud de la Ley de Terrorismo de 2000. Los delitos por los que se encuentra en prisión preventiva están relacionados con PA. Esto afecta a los puestos que se consideran adecuados para usted. El puesto en la biblioteca no se considera adecuado para usted.
El equipo operativo me acusó en varias ocasiones de pertenecer a un grupo, y al parecer, esto se difundió entre el público cuando llamaron a la prisión preocupados por mi salud. Fue por esa época cuando descubrí que a mi coacusado también lo habían apartado del programa de apoyo mutuo, asignándole a la limpieza de los baños.
A otros se les negaron empleos acordes a sus necesidades básicas y principios, por “razones de seguridad”. Todos estábamos siendo castigados retroactivamente debido a la prohibición.
Me enteré de que la anterior encargada de la biblioteca tenía un nivel de autorización superior al mío, a pesar de haber asesinado a sus padres enterrándolos en el patio.
Un oficial que intentaba animarme a poner fin a mi huelga de hambre trató de tranquilizarme haciendo referencia al incidente de los rehenes en la embajada iraní: “El hombre estuvo prisionero aquí, en la prisión de Peterborough, y finalmente se atendieron sus necesidades”.
Apoyar a Palestina no es terrorismo
Mi coacusada lleva más tiempo que yo en la prisión de Peterborough. La consideran una persona amable, gentil y generosa. Cuando se lo comenté a un funcionario, me respondió que estaba seguro de que «también había gente amable en el ISIS». Le aseguré que eso era imposible, porque el ISIS atenta contra la gente con explosivos.
Cuando oí a dos oficiales decirle a un prisionero que decir “Palestina Libre” era terrorismo, presenté una queja formal, de carácter confidencial, para solicitar la capacitación del personal ante el gobernador o director.
Me dijeron que no se trataba de un asunto confidencial. Quedó claro que estos oficiales simplemente repetían consignas e instrucciones de sus superiores. Los propios oficiales desconocían la situación de Palestina y tampoco podían explicar por qué apoyar a Palestina se consideraba terrorismo. La prohibición tuvo como consecuencia equiparar el apoyo a Palestina con la posesión de ideas terroristas y extremistas.
El mes pasado, a mis coacusados en Bronzefield les quitaron sus kufiyas con el pretexto de que eran vestimenta de una organización terrorista.
En su declaración de la investigación, la prisión respondió que «la bufanda fue retenida porque lleva una marca asociada con el Grupo de Acción Palestina [ PAG, por sus siglas en inglés]». Varias bufandas fueron confiscadas por supuestamente llevar simbología terrorista. Los diseños de las kufiyas, como sabemos, celebran la identidad palestina, de forma comparable a la función del kilt o el jersey de Guernsey. Dado que la kufiya no tiene relación con ninguna organización en particular, lo que se ha venido a considerar terrorismo es, por lo tanto, la identidad palestina.
“Los colores de Palestina”
Ese mismo mes, tras mi visita social, fui abordada por seguridad, quienes me arrebataron y confiscaron mi bufanda de rayas tejida a mano, que había confeccionado en un taller de la prisión. «¡Esta es la bandera palestina!», exclamaron. Varios presos fueron testigos del incidente.
“No, no lo es.”
“Bueno, yo interpreto que estos son los colores de Palestina.”
“Si llevo una camiseta roja y pantalones blancos, ¿lo interpretarías como la bandera inglesa?”
"Sí."
Al día siguiente, me enviaron a una audiencia preliminar por infringir la Regla 51 de la prisión, «posesión de un artículo no autorizado, concretamente una bufanda de punto». Yo llevaba una camiseta con la bandera inglesa. Me defendí ante cinco funcionarios, en lo que la prisión describe como un minijuicio. Saqué las agujas de tejer y la lana que había comprado en la prisión, y les mostré otra bufanda, esta vez blanca y azul, que había aprendido a tejer en un taller de la prisión.
Incluyeron fotografías de mi bufanda en una bolsa de pruebas, afirmando que esos eran los colores de Palestina.
—Pero según esa lógica —dije, sosteniendo mi bufanda azul y blanca—, ¿acaso estoy tejiendo ahora la bandera griega, la argentina o tal vez la israelí?
“Ese no es el tono de azul adecuado para la bandera israelí”, me dijeron.
Sacos de boxeo de la prohibición
“¿Qué significaban estos colores para ti?”, me preguntaron. Les expliqué que solo eran colores y que, lamentablemente para ellos, la bandera palestina comparte sus colores con otros países. Había mencionado algunos en mi declaración. El recurso fue desestimado y el juez me informó que esos eran los colores de Palestina y que estaría bajo estricta vigilancia. No recuperaría mi bufanda.
Debieron consultar con sus abogados porque, finalmente, me la devolvieron, y el motivo de la confiscación era distinto al que figuraba en el informe de detención y al que me dio seguridad. Unas semanas después, mientras esperaba mi visita social, pasé junto a un mural de banderas (incluida la bandera israelí) pintadas en una pared del pabellón contiguo al mío.
Esto nunca tuvo que ver con banderas.
Se trataba de mi segundo caso de arbitraje relacionado con el tema de Palestina. Ambos fueron desestimados.
La estrategia del Estado nos ha convertido en blancos dentro de la cárcel. Somos víctimas de la prohibición.
Nos han despedido y negado empleos, nos han llamado terroristas, hemos sufrido acoso por parte de los guardias, nos han cancelado visitas sociales, nos han bloqueado el correo y tuve que iniciar una huelga de hambre de 28 días para poder cubrir mis necesidades básicas. Nuestras solicitudes de libertad bajo fianza han sido denegadas reiteradamente y mis coacusados varones se encuentran detenidos en condiciones insalubres y deprimentes. Pero el caso de los 24 de Filton debe considerarse dentro de un contexto más amplio.
Puede que, como prisioneros, no nos informen de muchas cosas, y que a menudo seamos los últimos en enterarnos de cualquier cosa que nos concierna, pero lo que está clarísimo es que lo que se está criminalizando no es el “extremismo”, sino la propia identidad palestina.
Lo que se ha prohibido es cualquier tipo de relación con la identidad palestina.
Los 24 de Filton son un test de prueba y una advertencia para cualquiera que muestre solidaridad con Palestina.
T Hoxha es una presa política y activista solidaria con Palestina.
* Nota del editor: Teuta “T” Hoxha es una de las presas del grupo conocido como “Filton 24”, actualmente en prisión preventiva en cárceles británicas. Teuta es acusada de participar en una acción directa contra la empresa armamentística israelí Elbit, cerca de Bristol, en agosto de 2024. Actualmente se encuentra en su segunda huelga de hambre, pero este artículo fue escrito entre la primera y la segunda. Palestine Action está prohibido actualmente por la legislación antiterrorista británica.
** Traducción del inglés: Arrezafe





