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La mano invisible (anarquismo o barbarie)
dimecres 3 de desembre de 2025, per
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No somos fundamentalistas científicos; hay otras modalidades de pensamiento válidas para interpretar al ser humano y a la naturaleza, diferentes al logos occidental. La ciencia no tiene todas las respuestas ni las tendrá jamás, porque los seres humanos tienen la faceta racional como una entre otras. Ni aceptamos el gobierno de los científicos, tan proclive a la tiranía como cualquier otra forma de gobierno. No obstante, no es tan dañino el pensamiento científico en sí como alguna de sus aplicaciones prácticas (tecnológicas); todo el mundo puede tener en mente un ejemplo de lo que digo.
Pero ciñéndonos o ubicándonos en una perspectiva meramente científica y refiriéndonos en concreto a la economía capitalista tal y como abrumadoramente se enseña en los centros de estudio y tal como se difunde en los medios de incomunicación: ¿cómo adquiere la categoría de ciencia una disciplina que se basa, en primera y última instancia, en el aserto «una mano invisible guía el mercado»? ¿Cómo es posible que tan arcana afirmación sea el fundamento de una ciencia? Es como si en medicina se dijera: «una mano invisible la ha dejado a usted embarazada» o «una mano invisible le ha transmitido a usted la gripe». En resumen: «una mano invisible guía su enfermedad y el tratamiento contra su enfermedad» (para l_s quisquillos_s: obviamente el embarazo no es una enfermedad. Puede ser una bendición si es deseado o un problema muy grande si es involuntario). Y sin embargo, tal afirmación es el fundamento de sesudos y muy complejos debates y deliberaciones, de una bibliografía prácticamente infinita, que intenta infructuosamente desvelar el misterioso mecanismo de la susodicha mano invisible. Infructuosamente porque no se puede deducir la lógica a partir de una premisa oscura e irracional.
Concluyendo: la ciencia económica capitalista, summum de la racionalidad según sus publicistas, es una variante de pensamiento mágico, variante monolítica y antihumana, la que la sitúa al nivel del esclavismo, no por casualidad justificado por los teóricos cristianos de la época en que estuvo vigente (hay que llevar la civilización y la religión al salvaje) y cuyo tráfico fue el verdadero motor y origen del incipiente capitalismo, además de la base del actual, sobre la que se sustentó el colonialismo y su corolario, el subdesarrollo en África y buena parte de Asia. Y, lo que es con mucho lo peor, de una manera de organizarse económicamente que está llevando a los seres que poblamos el planeta hacia la extinción.
Se nos replicará que mucho peor es la economía centralizada y planificada del comunismo. Nuestra respuesta será sencilla, por mucho que ahora no tengamos la fuerza suficiente para hacerla oír: el anarquismo tampoco participa de la idea económica del Estado rector todopoderoso, centralista y planificador, el dueño de todo movimiento económico sin cuyo permiso no se mueve ni una brizna de hierba. La economía marxista (no confundir con la crítica marxista del capitalismo, que acuñando conceptos como la plusvalía, sigue estando parcialmente de actualidad) es absolutamente indefendible, tuvo setenta años para demostrarlo, degradándose en un capitalismo de Estado, solo viable a costa del sacrificio hasta la extenuación de la inmensa mayoría de la población, más el trabajo esclavo y el exterminio de los disidentes. «El comunismo es el poder de los soviets más la electrificación del país» (célebre frase enunciada por Lenin en 1920, durante la presentación del primer programa económico bolchevique). Lo primero, el poder de los soviets, pronto sería anulado por el poder del Partido Comunista, quienes fueron los verdaderos aniquiladores de los soviets, y lo segundo, la electrificación del país, se hizo como ya hemos expuesto más arriba. Y los crímenes de Lenin fueron paja comparados con los de Stalin y sus planes quinquenales, de los cuales lo más suave fue el estajanovismo y el trabajo de «los sábados por la patria», que aspiraba a inspirar en la población el espíritu de emulación del trabajo a destajo y brutal (espíritu de emulación que en versión ibérica contemporánea se traduce como «cultura del esfuerzo», la cultura del esfuerzo que hay que hacer para no salir a la calle y liarse a ostias con los empresarios, políticos y banqueros. ¿Y bien? Para evitarlo está la policía y el ejército, es su función real).
La propuesta económica del anarquismo es la colectivización de los medios de producción y la igualdad a la hora de distribuir lo así creado, teniendo en cuenta la premisa básica de entrar o salir de la colectividad libre y voluntariamente, porque no se puede imponer la no imposición. Esto es más difícil de realizar que el capitalismo privado y el capitalismo de Estado, porque exige otro tempo de vida, una ralentización para ponernos tod_s de acuerdo, el relajamiento y la coordinación del quehacer cotidiano sin imposiciones y sin más disciplina que la autodisciplina, surgida de una constatación consciente de cuáles son las capacidades y posibilidades y cuáles las necesidades.
Todo esto hay que pasarlo por un único tamiz: no vamos a ser tan idiotas como para copiar la sociedad de consumo en una sociedad sin autoridad, lo cual nos conduciría a una sociedad igual de alienada y conformista que la presente, con la única diferencia de que se basaría en la autoexplotación. Teniendo en cuenta la precaria situación del planeta, hay que reducir el ritmo de consumo de mercancías y la continua expansión de necesidades, la mayoría de las cuales, con el automóvil a la cabeza como mercancía-estrella e icono del individualismo capitalista, son totalmente artificiales; por lo tanto, no son necesidades o son necesidades impuestas por e inherentes al desarrollo capitalista. Por poner un ejemplo, imaginaos que las carreteras, autovías y autopistas fuesen sustituidas por raíles para el tren (tan reivindicado por el maestro García Calvo): tendríamos mucho menos impacto ambiental (no me refiero al AVE, evidentemente); mucha más seguridad y comodidad a la hora de viajar, más capacidad de transportar mercancías con menos contaminación, y además, tanto personas como mercancías podrían, en el primer caso, llegar prácticamente a la puerta de casa mediante tranvías, y en el segundo, con una flotilla de pequeñas furgonetas transportar mercancías hasta el pequeño comercio o el almacén de distribución colectiva, teniendo en cuenta que hemos eliminado aquellas mercancías que consideremos superfluas. ¿Qué es superfluo? Superfluo es comprar ropa para ponérnosla solo una vez, tirarla y comprar más; este ritmo no es asumible, la industria textil es una de las más contaminantes y emplea en condiciones de semiesclavitud a gran parte de l_s trabajador_s del mundo subdesarrollado; ropa barata, fugaz y explotadora. En fin, que cada quien se imagine la situación de extracción de materias primas, medio de transporte, producción, distribución, oferta o demanda que quiera. El capitalismo, un sistema de creencias que pasa falsamente como ciencia, es un modelo de continuo derroche y explotación.
El capitalismo tiene la habilidad de pasar desapercibido, de constituirse en normalidad. Pero debajo de los oropeles y también de la rutina… ¡Cuánta miseria mental y física, teórica y práctica, a izquierda y derecha, arriba y abajo! No hay crimen que en nombre del dinero, la buena marcha de la economía, la autoridad, el bien común y el puesto de trabajo, no se haya cometido, tanto da los desahucios («una mano invisible guía la economía»), la imposibilidad para la gente joven de encontrar una casa («una mano invisible guía la economía»), las torturas, desalojos de tierras y ejecuciones del Estado nigeriano en connivencia con la Royal Dutch Shell para explotar los yacimientos petrolíferos del delta del Níger («una mano invisible guía la economía»), la explotación de l_s obrer_s del mundo subdesarrollado (gran parte de ell_s niños y niñas) para obtener mercancías baratas en occidente («una mano invisible guía la economía») o la concomitancia de los banqueros con los verdaderos capos del narcotráfico, servicios secretos y militares («una mano invisible guía la economía»). Y todo esto a cada minuto, cruentas guerras, hambre, desolación y ecocidio… Y a todo esto los que nos motejan a nosotros de locos, utópicos y terroristas responden: ¡Es la naturaleza humana!, una presunta entidad metafísica que nos abarcaría a tod_s y nos englobaría bajo el epígrafe de corresponsables. «No soy pobre, no, soy oprimido» (Maniática), pero no soy un asesino, ni tengo la misma responsabilidad que los que mandan en esta sociedad putrefactamente ampulosa y jerárquica. A cada segundo gotea la sangre ante nuestra mirada espantada. Y estos sucesos y situaciones no son más que instantes capturados de una pantalla que emite 24 horas al día, todos los días del año, desde hace prácticamente medio milenio, y que no tiene visos de parar, mucho menos voluntariamente.
V.J. Rodríguez González ¡Haz clic para puntuar esta entrada! (Votos: 0 Promedio: 0)
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