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¡¡¡Fuego!!!

dimarts 26 d’agost de 2025, per  pegasus

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En la novela distópica a la par que pedagógica de Ray Bradbury Fahrenheit, son los “bomberos” los que incendian libros, ya que en esa sociedad están prohibidos. Más o menos como los nazis hicieron públicamente al poco de haberse instalado en el poder, o como Netanyahu y sus sicarios bélicos realizan ahora mismo con los medios periodísticos que tratan de contar lo que los sionistas están haciendo.

En la novela distópica (aunque algunos la presenten como utópica) a la par que pedagógica de Orwell, 1984, el ejército está continuamente actuando para que la gente siga siendo “feliz”. Es decir, la felicidad mantenida mediante los crímenes realizados por los ejércitos de “Oceanía”, “Euroásia” y “Estasia”, que se disputan el resto del mundo. Al igual que en la actualidad los ejércitos de la OTAN, a base de tiros, mentiras y bombazos, “protegen al mundo libre”.

Los bomberos en la actualidad no queman libros, lo más probable es que si alguien les envía a hacerlo se negarían. En cambio los militares provocan incendios forestales con sus prácticas militares, algo que ya desde 2007 viene denunciando Greenpeace. Un bombero está cobrando al mes, según las últimas noticias aireadas en todos los telediarios que no emiten bajo órdenes fascistas, unos 1.300 euros al mes. Un soldado cobra 1.340 euros al mes según el no demasiado fiable periódico ABC del 4 de marzo de 2025. Según los convenios firmados por el Ejército y las comunidades autónomas, la UME se levanta cada vez que interviene “solidariamente” en catástrofes, media millón de euros, euritos que Defensa se mete a sus arcas. Así de “solidaria” es la UME. Hay muchos más datos de esa falsa solidaridad militar en el artículo de juan Carlos Rois en Tortuga del 15 de agosto de 2022. En él nos explican muy bien qué es eso de la UME, su razón de existir consiste en ser una “unidad militar enfocada a servir a los ejércitos en sus misiones militares específicas” y así cuando interviene “solidariamente” lo que está haciendo es entrenamientos, nada de solidaridades.

Lo anterior es importante dado que al cuerpo de bomberos cada año que pasa le van quitando importancia, sobre todo en el terreno rural, en donde a partir de los meses de otoño, invierno y primavera los eventuales auxiliares, con menos preparación que el cuerpo fijo, son despedidos. Lo que posibilita, la necesidad de llamar al Ejército, es decir, a la “solidaria” UME, para achicar agua, para echar agua, para abrir zanjas, para figurar continuamente en los medios de comunicación, para dar sensación de que el Ejército es necesario. Cuando los verdaderos profesionales en achicar agua, eliminar barros, evacuar lugares de riesgo, apagar incendios…, son los bomberos. Pero claro, si hubiera suficientes bomberos y estuvieran bien pagados y bien equipados, los militares “solidarios” no serían necesarios.

Sí, sobre todo en las crisis producidas por las catástrofes, unas naturales otras no tanto, es cuando se notan que estos necesitados bomberos son escasos, aun siendo imprescindibles. También se nota, pero esto es más estratégico, o sea, político, que los soldados con sus flamantes medios disponibles, llegan tarde y así arrancan el aplauso de las gentes que están viendo como sus casas, sus tierras, sus ganados… su medio de vida, incluso como esa misma vida, se va. Pero eso, precisamente eso, o sea la falta de medios, está empezando a generar una conciencia verdaderamente solidaria. Así lo pudimos comprobar en el Levante peninsular cuando el agua y el barro y la inutilidad criminal de las instituciones, se llevaba personas, animales, casas, bares, talleres, carreteras, puentes… Así lo hemos podido comprobar ahora mismo cuando algunos fenómenos naturales, como tormentas eléctricas, y algunos elementos salidos de lugares oscuros, prenden fuego al monte cuyo señor conde ya no es el único al que se le queman, también, y sobre todo, a las gentes comunes que viven y trabajan en esos montes hoy calcinados. Sus gentes se han movilizado colectivamente para hacer frente a la tragedia. “Nosotros, la vecindad, estamos solos haciendo lo que podemos contra este desastre: algunas personas hacen tanto como pasarse la noche solas en mitad de las llamas y sin equipamiento alguno para apagar los muchos frentes que amenazan las casas, el ganado, los pastos, los huertos y todo lo que es nuestra vida aquí; otras hacen guardia, aprendiendo a contrarreloj la orografía del lugar, los nombres de los campos, las fuentes y los valles, pues es la única nomenclatura que tenemos para reportar al grupo dónde hemos visto humo exactamente y valorar cuánto de peligroso es. Hemos sido abandonadas”. Así se expresaba Brigitte Vasallo en El Salto el 18 de agosto. Y así lo hemos visto en lo poco que nos han mostrado las imágenes y las acciones en los medios. Gentes con sus tractores actuando, gentes con ramas actuando, gentes con palas intentando abrir un cortafuegos, gentes unidas colectivamente cuando el Estado no les ofrece amparo, lo que es en la mayor parte de sus vidas, lo que es la mayor parte de nuestras vidas, pero que lo notamos mucho más en situaciones extraordinarias.

La llegada del Ejército, en forma de UME, no es casual, pero sí necesaria: hay que controlar, impedir y “demostrar” que todos esos brotes de apoyo mutuo son “innecesarios”, para las instituciones naturalmente. ¿Acaso no ocurrió lo mismo cuando el Katrina dejó trágicamente desnudas a las gentes que habían sobrevivido a la tragedia y empezaron a crear grupos solidarios, de ayuda mutua, de autogestión? Y así fue: el gobierno de Bush envió a más de 17 mil soldados, a más de 40 mil miembros de la Guardia Nacional, a Nueva Orleans para impedir la unión para impedir que las gentes solucionaras sus problemas, eso es cosa del Estado, dicen.

Pero no harán nada las instituciones a pesar de que ahora todos claman por la necesidad de acciones tales como desbrozar bosques, mantener a aquellos auxiliares en sus puestos –nada dicen de su preparación–. Nada, no harán nada. Y volverán a darnos el espectáculo “político” de “¡pues anda que tú!”, “sí, pues tú con tu mala costumbre de comer”, “¡y tú más”. Espectáculo lamentable. Nadie habla de la península vaciada. Las gentes huyen de las macrogranjas que les quita las tierras, los latifundios dedicados a la caza… Y tienen que huir a las ciudades. El campo se vacía bajo el imperio del beneficio, bajo el empuje del capitalismo.

Pero ya sabemos el camino. La solidaridad, las comunidades de personas apoyándose mutuamente. El Estado lo único que pretende es controlar a las gentes e impedir esas auto organizaciones.

Simón Peña ¡Haz clic para puntuar esta entrada! (Votos: 0 Promedio: 0)


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